El Pais - 8 September 2022, 13:31u

La primera versión de la obra se ha descubierto al estudiarla a fondo para la retrospectiva que prepara el Rijksmuseum de Ámsterdam en 2023.

Johannes Vermeer (Delft, 1632-1675), el pintor de los interiores calmos del Siglo de Oro holandés, guardaba un secreto debajo de La lechera, uno de sus cuadros más famosos. La primera versión de la obra tenía una canasta de mimbre de sauce y un colgador para jarras en el cuarto donde la joven prepara un pastel de pan. En la versión definitiva, quitó ambos accesorios para dejar la pared lisa dando un aspecto mucho más sereno a la composición. El boceto se ha descubierto durante los trabajos preparatorios de la mayor retrospectiva dedicada al artista en la historia del Rijksmuseum, de Ámsterdam, —prevista para el 10 febrero de 2023— en colaboración con la galería Mauritshuis, de La Haya. Poco prolífico, solo se conocen hoy unas 35 obras suyas, y la sala de la capital holandesa espera exhibir al menos 27, repartidas ahora por el mundo.

Estudios anteriores ya sugerían la presencia de la cesta para la leña. Ahora se ha concluido que el estaba allí y era de mimbre de sauce. Podía encontrarse además en muchos hogares holandeses en el siglo XVII. Tanto esta pieza como el colgador figuraban en el inventario de sus posesiones elaborado a la muerte de Vermeer, de modo que se sabe que los tenía en su casa. “Con las nuevas técnicas de análisis de las capas más profundas de la pintura hemos encontrado ambos objetos, y como los cuadros de Vermeer son casi fotográficos, pensamos que es así como los pintó desde el principio. Pero hemos visto que llegaba a la composición final, que atrae por su sosiego, con gran trabajo,” dice Taco Dibbits, director del Rijksmuseum, en conversación telefónica.

Los expertos del museo pensaban que había algo en la pared que está detrás de la joven sirvienta, pero no sabían de qué se trataba. “La idea original encaja en el desarrollo del cuadro. La joven prepara un pastel de pan, y hay leche y una jarra de cerveza en la mesa, pero falta un lugar donde guardar las jarras. Ahora sabemos que Vermeer había puesto el colgador”, sigue Dibbits. En el cuadro que puede admirarse hoy, la pared está desnuda y hay una baldosas de porcelana de Delft a modo de rodapié. En el suelo, hay una estufa cuadrada de madera para calentar los pies.

Los preparativos para la retrospectiva incluyen más análisis del resto de los cuadros que serán expuestos en Ámsterdam, y el Rijksmuseum solo presentará los que se puedan atribuir sin lugar a dudas al pintor. “Hay un par de obras con opiniones contrarias sobre la autoría, entre ellas una en la National Gallery of Art, de Washington, y lo estamos analizando. Antes de la muestra esperamos dar nuestra opinión, porque ni siquiera Vermeer vio en vida 27 obras suyas juntas. De modo que si alguna no es presentada, explicaremos el motivo”, señala Dibbits.

Las pinturas de Vermeer se ha hecho famosas porque invitan a la contemplación, con sus escenas domésticas y la luz matizada que se filtra por unos ventanales situados a la izquierda del espectador. Muestran también la sutileza con que el artista eleva el trabajo cotidiano de una sirvienta, como en La lechera, al componer la escena de la misma forma que con las damas burguesas. Por otro lado, plasma unos exteriores, como en La callejuela, o en la propia La vista de Delft que parecen ajenos a los avatares históricos que vivió. Vermeer era un adolescente de 16 años cuando concluyó la Guerra de los 80 años (1568-1648) la revuelta encabezada por Guillermo de Orange contra Felipe II de España. Esa pugna propicio el nacimiento de Países Bajos y Bélgica, y dominó también la vida cotidiana con grandes altibajos, ya que hubo una tregua de 12 años entre 1609 y 1621. Sin embargo, nada en la producción del pintor recuerda ese periodo histórico.